Al igual que los animales que obtienen un pelaje cuando llega el invierno, también debemos equiparnos en consecuencia. Sin embargo, el peor enemigo de nuestro cuerpo no es tanto el frío como las variaciones de temperatura entre el exterior (aceras heladas, viento, nieve) y el interior (oficinas sobrecalentadas, termostato de casa mal ajustado). Además, el cambio constante de calor a frío rara vez se realiza sin daños. Vestirse en invierno consiste sobre todo en saber multiplicar las capas y hacer las mejores combinaciones según el contexto para no pasar demasiado calor ni demasiado frío, es decir, llevar un abrigo de piel.
La técnica imprescindible cuando se quiere protegerse del frío es apilar la ropa en capas sucesivas, de forma que se vaya quitando según la temperatura ambiente. Esta solución te permite atrapar el aire que te aísla del exterior. Toda la cuestión es saber cuáles son estas capas y en qué orden se deben aplicar. Hay esencialmente tres capas de ropa. La primera es una capa transpirable: en contacto con la piel, esta capa permite evacuar la humedad natural del cuerpo y no transpirar en caso de esfuerzo. Puedes optar por el abrigo de piel para luchar contra el frío.
En su lugar, elige un abrigo largo de piel, para que las caderas y los riñones queden perfectamente cubiertos. También es preferible que el abrigo esté bien curvado: de hecho, un abrigo demasiado ancho o en el que estés flotando dejará pasar el aire con demasiada facilidad. Opta por un abrigo con cremallera: un abrigo con botón sería menos efectivo contra el frío. También debe elegir un abrigo que se pueda cerrar hasta la parte superior del cuello.
A la hora de aventurarse en el frío extremo, de viajar por las regiones polares (o casi), o como profesional trabajando al aire libre, ¿cuáles son las prendas más efectivas?
Tienes la opción de un abrigo de piel para combatir el frío del invierno.